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Los hinchas del Xeneize arriban desde distintos puntos del mundo para vivir el partido contra Fluminense, el sábado en el Maracaná.
Los pedidos de seguridad y el lugar donde deberán ir aquellos que no tengan entradas.
Hace calor en Río de Janeiro, y Copacabana, la playa más popular de este monstruo urbano de 7 millones de habitantes, es un menjunje imparable de micros, taxis, Ubers, autos, motos y bicis. Pero también de turistas, cariocas trajeados, en malla, vendedores ambulantes, fanáticos del running sudorosos, gente pidiendo limosna, gente sonriendo, todos bajo el mismo sol. Y Policía, muchos policías, de esos que se ven en las películas y meten miedo. "Río 40 grados, ciudad maravilla, purgatorio de belleza y de caos", dice una canción famosa. Hasta aquí van llegando de a miles los hinchas de Boca desde todo el mundo, detrás del sueño de la Copa Libertadores y a la espera de vivir una experiencia única.
Cantan los xeneizes en Copacabana, hablan de llevar la Séptima a la Argentina, y fantasean con que este sábado convertirán al Maracaná en la Bombonera. Con el correr de las horas, las aventuras que se fueron relatando en las últimas semanas van teniendo sus propios desenlaces. Leandro Fortunato, el muchacho que se lanzó hacia Río caminando, pudo cumplir su promesa. Darío, que viene pedaleando desde La Plata en la bici "La Romántica", está cada día más cerca. Y el viernes llega Alejandro, el "mozo bostero" que atiende en la pizzería más famosa de La Boca y hace unos días, tras un partido de local, anunció entre lágrimas y bandejas de muzzarella que él también dirá presente contra Fluminense.
Sin embargo, la fiesta que desea mostrar la Conmebol en Brasil arrancó con violencia. El lunes, una facción de la barra de Fluminense bajó a la playa y saqueó a las trompadas a un grupo de familias argentinas vestidas de azul y oro. El episodio dejó heridos, entre ellos una mujer que tuvo que ser atendida en un hospital, y los autores del robo compartieron las fotos del botín en las redes sociales. Este martes se anunció la detención de algunos de ellos, pero la indignación y, especialmente la tensión, por ahora se mantienen.
Hace calor en Río de Janeiro, y Copacabana, la playa más popular de este monstruo urbano de 7 millones de habitantes, es un menjunje imparable de micros, taxis, Ubers, autos, motos y bicis. Pero también de turistas, cariocas trajeados, en malla, vendedores ambulantes, fanáticos del running sudorosos, gente pidiendo limosna, gente sonriendo, todos bajo el mismo sol. Y Policía, muchos policías, de esos que se ven en las películas y meten miedo. "Río 40 grados, ciudad maravilla, purgatorio de belleza y de caos", dice una canción famosa. Hasta aquí van llegando de a miles los hinchas de Boca desde todo el mundo, detrás del sueño de la Copa Libertadores y a la espera de vivir una experiencia única.
Cantan los xeneizes en Copacabana, hablan de llevar la Séptima a la Argentina, y fantasean con que este sábado convertirán al Maracaná en la Bombonera. Con el correr de las horas, las aventuras que se fueron relatando en las últimas semanas van teniendo sus propios desenlaces. Leandro Fortunato, el muchacho que se lanzó hacia Río caminando, pudo cumplir su promesa. Darío, que viene pedaleando desde La Plata en la bici "La Romántica", está cada día más cerca. Y el viernes llega Alejandro, el "mozo bostero" que atiende en la pizzería más famosa de La Boca y hace unos días, tras un partido de local, anunció entre lágrimas y bandejas de muzzarella que él también dirá presente contra Fluminense.
Sin embargo, la fiesta que desea mostrar la Conmebol en Brasil arrancó con violencia. El lunes, una facción de la barra de Fluminense bajó a la playa y saqueó a las trompadas a un grupo de familias argentinas vestidas de azul y oro. El episodio dejó heridos, entre ellos una mujer que tuvo que ser atendida en un hospital, y los autores del robo compartieron las fotos del botín en las redes sociales. Este martes se anunció la detención de algunos de ellos, pero la indignación y, especialmente la tensión, por ahora se mantienen.
Hace calor en Río de Janeiro, y Copacabana, la playa más popular de este monstruo urbano de 7 millones de habitantes, es un menjunje imparable de micros, taxis, Ubers, autos, motos y bicis. Pero también de turistas, cariocas trajeados, en malla, vendedores ambulantes, fanáticos del running sudorosos, gente pidiendo limosna, gente sonriendo, todos bajo el mismo sol. Y Policía, muchos policías, de esos que se ven en las películas y meten miedo. "Río 40 grados, ciudad maravilla, purgatorio de belleza y de caos", dice una canción famosa. Hasta aquí van llegando de a miles los hinchas de Boca desde todo el mundo, detrás del sueño de la Copa Libertadores y a la espera de vivir una experiencia única.
Cantan los xeneizes en Copacabana, hablan de llevar la Séptima a la Argentina, y fantasean con que este sábado convertirán al Maracaná en la Bombonera. Con el correr de las horas, las aventuras que se fueron relatando en las últimas semanas van teniendo sus propios desenlaces. Leandro Fortunato, el muchacho que se lanzó hacia Río caminando, pudo cumplir su promesa. Darío, que viene pedaleando desde La Plata en la bici "La Romántica", está cada día más cerca. Y el viernes llega Alejandro, el "mozo bostero" que atiende en la pizzería más famosa de La Boca y hace unos días, tras un partido de local, anunció entre lágrimas y bandejas de muzzarella que él también dirá presente contra Fluminense.
Sin embargo, la fiesta que desea mostrar la Conmebol en Brasil arrancó con violencia. El lunes, una facción de la barra de Fluminense bajó a la playa y saqueó a las trompadas a un grupo de familias argentinas vestidas de azul y oro. El episodio dejó heridos, entre ellos una mujer que tuvo que ser atendida en un hospital, y los autores del robo compartieron las fotos del botín en las redes sociales. Este martes se anunció la detención de algunos de ellos, pero la indignación y, especialmente la tensión, por ahora se mantienen.
Hace calor en Río de Janeiro, y Copacabana, la playa más popular de este monstruo urbano de 7 millones de habitantes, es un menjunje imparable de micros, taxis, Ubers, autos, motos y bicis. Pero también de turistas, cariocas trajeados, en malla, vendedores ambulantes, fanáticos del running sudorosos, gente pidiendo limosna, gente sonriendo, todos bajo el mismo sol. Y Policía, muchos policías, de esos que se ven en las películas y meten miedo. "Río 40 grados, ciudad maravilla, purgatorio de belleza y de caos", dice una canción famosa. Hasta aquí van llegando de a miles los hinchas de Boca desde todo el mundo, detrás del sueño de la Copa Libertadores y a la espera de vivir una experiencia única.
Cantan los xeneizes en Copacabana, hablan de llevar la Séptima a la Argentina, y fantasean con que este sábado convertirán al Maracaná en la Bombonera. Con el correr de las horas, las aventuras que se fueron relatando en las últimas semanas van teniendo sus propios desenlaces. Leandro Fortunato, el muchacho que se lanzó hacia Río caminando, pudo cumplir su promesa. Darío, que viene pedaleando desde La Plata en la bici "La Romántica", está cada día más cerca. Y el viernes llega Alejandro, el "mozo bostero" que atiende en la pizzería más famosa de La Boca y hace unos días, tras un partido de local, anunció entre lágrimas y bandejas de muzzarella que él también dirá presente contra Fluminense.
Sin embargo, la fiesta que desea mostrar la Conmebol en Brasil arrancó con violencia. El lunes, una facción de la barra de Fluminense bajó a la playa y saqueó a las trompadas a un grupo de familias argentinas vestidas de azul y oro. El episodio dejó heridos, entre ellos una mujer que tuvo que ser atendida en un hospital, y los autores del robo compartieron las fotos del botín en las redes sociales. Este martes se anunció la detención de algunos de ellos, pero la indignación y, especialmente la tensión, por ahora se mantienen.
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