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Hay que tener en cuenta que el recorrido propuesto consta de 45 kilómetros que, si bien es de dificultad baja, son suficientes para que, al terminar de rodarlos, saciar el apetito y descansar las piernas sean dos necesidades prioritarias.
A menos de un kilómetro de nuestro punto de partida ya nos encontramos rodando en plena calle de tierra y cruzando el vado del río de Ascochinga, rumbo al primer paraje en el camino: La Pampa. Para llegar allí sortearemos la única cuesta (aproximadamente 1.300 metros de trayecto) que puede representar cierto desafío, ya que posee una pendiente positiva de 4,1 por ciento. Nada que no pueda superarse con una relación de piñón grande y buena cadencia.
Al llegar allí nos encontramos con una bifurcación: sugiero tomar a la derecha para realizar la vuelta en sentido anti horario. Es más disfrutable, tanto por las vistas y paisajes que se abren en el camino, como por los momentos en que se presentan las subidas (al comienzo y a mitad del recorrido) y las bajadas (en la segunda mitad del paseo, cuando cierto cansancio se empieza a sentir).
Y hablando de paisajes, ya hemos dejado atrás los plátanos gigantes tan típicos de la zona señorial para adentrarnos en un camino de suaves ondulaciones, rodeado de chacras y ejemplares de chañares, algarrobos, talas, espinillos y toda la vegetación que hace de antesala al monte chaqueño serrano.
Después de 10 kilómetros aparece una nueva curva pronunciada, esta vez a la izquierda, nos pone en rumbo directo y tan solo a 600 metros de la Estancia Jesuítica Santa Catalina. Desde aquí, ya se dejan ver las dos torres de la iglesia, la principal construcción de un conjunto de edificaciones que constituyen el complejo de factura jesuítica que cuenta con más de 400 años.
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